Marcello y las encrucijadas

Cuando la vida te pone opción - A o B - en un minuto cualquiera.

Hace muchísimos años estaba yo en Roma con el padre de mis hijos, nuestros viajes eran una combinación de extremos tan brutales, que me agoto solo de pensarlo, esto lo digo con todo el cariño y respeto del mundo, pero era así.

Y en uno de esos días extremos, nos encontrábamos en un restaurante de parrilladas Florentinas que nos habían recomendado, donde él andaba en modo-muy-pinche-gacho y yo estaba profundamente abatida.

Lloraba mucho.

Me acuerdo perfecto de mi sentada en esa silla, muy morena porque apenas regresábamos del mar, con una falda medio punk con tachuelas y un tank top blanco.

En una mesa cercana habían un par de hombres guapos y elegantes, observándonos con sus trajes de lino perfectos y sus zapatos boleados sin calcetín - dejando ver el talon – una debilidad que tengo (los talones de los varones).

Me daba mucha pena que me vieran llorar, y me trataba de secar las lagrimas discretamente, pero mi llanto tiene muy poco de discreto, así es que decidí ir al baño a lavarme la cara.

Abrí la puerta y enseguida sentí un brazo en mi hombro, volteé y estaba uno de esos dos hombres ahí parado detrás de mí, él cerró la puerta y nos quedamos solos en la muy pequeña antesala de los dos baños (hombres y mujeres). Me dio su pañuelo y comenzó a decirme que era una mujer bella, con una sonrisa bella, y unos ojos bellos, como para que ningún hombre me hiciera llorar. Sonreí apenada y el siguió,

"tengo la maquina (el coche) aquí afuera y en este momento nos podemos ir de aquí, mandas a la mierda a este hombre que te hace llorar y te vienes conmigo, soy Marcello y soy de fiar, esta es mi tarjeta (saca la business card donde decía Marcello algo… y me la da)"

Le dije gracias, le di su pañuelo mojado y le pedi que se saliera rápido de ahí. Me dijo que estaría en su mesa deseando que cambie de opinion, para irnos juntos.Regrese a la mesa y me guarde la tarjeta en el bolsillo, aterrada de que K se diera cuenta de lo sucedido (el se hubiera lanzado a los madrazos seguro).

La comida llego, me tome mi vino y me la pase nerviosa porque veía los ojos de Marcello clavados en mí.

Pero yo me quede en la mesa de las lagrimas - suficiente tiempo más - para regresar y tener dos maravillosos hijos y también unos buenos momentos, en aquella vida que ya está tan lejos.

Me acuerdo algunas veces de esta historia, que no había contado por escrito, pero la neta es que tiene su parte emocionante, fue como una anécdota de película, donde uno puede decidir hacer lo imposible y largarse con Marcello, a vivir otra vida, en otro lugar.

Y como la vida es cabrona, Marcello se convirtió para mí, en una metáfora de vida, hay veces que me he encontrado en una Y, en una encrucijada, en medio de una decision que tomar; y me he regresado a ese momento, a la posibilidad de haberme escapado con él.

Irme al camino conocido, o moverme al camino por conocer.

Se las quise contar a esas mujeres increíbles que me echan porras cuando me leen.

Por si acaso les sirve de algo, o mínimo las deja pensando,

en agarrar otro camino.

el de Marcello.

Marcello and the crossroads.

When life presents you with an – A or B option – in any given moment.

Many years ago, I was in Rome with the father of my children. Our trips were a combination of such brutal extremes that just thinking about it now exhausts me. I say this with all the love and respect in the world, but that’s how it was.

On one of those extreme days, we found ourselves at a Florentine grill restaurant that had been recommended to us. He was in full-on bad mood mode, and I was deeply shattered.

I was crying. A lot.

I remember perfectly sitting in that chair, very tanned because we had just returned from the sea, wearing a punk-style skirt with studs and a white tank top.

At a nearby table where a couple of handsome and elegant men, watching us in their perfect linen suits and polished loafers without socks – revealing their tanned ankles – a weakness of mine.

I was very embarrassed that they saw me crying, and I tried to discreetly dry my tears, but my crying is anything but discreet, so I decided to go to the bathroom to wash my face.

I opened the door, and immediately felt an arm on my shoulder. I turned, and one of those two men was standing behind me. He closed the door, and we were left alone in the very-small-previous-room to the two bathrooms (men's and women's). He handed me his handkerchief and began telling me that I was a beautiful woman, with a beautiful smile, and beautiful eyes, too beautiful for any man to make me cry. I smiled awkwardly, and he continued,

"I’ve got the car right outside, and we can leave here right now. You can tell that man who made you cry to go to hell, and you can come with me. I’m Marcello, and you can trust me. Here’s my card (he pulls out a business card that said Marcello something... and hands it to me)."

I thanked him, gave him back his wet handkerchief, and asked him to leave quickly. He told me he’d be at his table, hoping I’d change my mind, so we could leave together. I went back to my table and put the card in my pocket, terrified that K would find out what had happened (he would have definitely started a fight).

The food arrived, I drank my wine, and spent the rest of the meal nervously feeling Marcello’s eyes locked on me.

But I stayed at the “table of the tears” – for quite a bit longer – long enough to have two wonderful children and even a few good moments in that previous life, that now seems so far away.

Sometimes I think back on this story, one I’d never written down before. But honestly, it has its exciting side, like a scene from a movie where someone can decide to do the impossible and run away with Marcello, to live another life, in another place.

And because life has turned out to be tricky (to say the least), Marcello became a metaphor for me. There have been times when I’ve found myself at a crossroads, in the middle of a decision to make, and I’ve gone back to that moment, to the possibility of having escaped with him.

Taking the familiar road, or choosing the one yet to be discovered.

I wanted to share this with the incredible women who cheer me on when they read me.

In case it helps them, or at least makes them think, about choosing another path.

Marcello’s path.